El mundo del
arte y la arqueología: ¿El lugar ideal para un químico?
Si bien podemos creer que el
estudio de objetos arqueológicos y artísticos es de carácter netamente estilístico
o histórico, en realidad, una aproximación a ellos a través de la química puede
brindar información importante también. En un país como el nuestro, con un
amplio patrimonio cultural, es mucho lo que un químico puede hacer para ayudar
a conocer mejor estos objetos y a saber conservarlos.
Patricia Elena Gonzales Gil*
Hace poco me regalaron “The Art
Forger”,1 un libro de B.A. Shapiro que fue un bestseller del New York Times en
2012. En él, la protagonista (Claire) accede a pintar una falsificación de un cuadro
de Edgar Degas muy famoso que fue robado años atrás del Museo Isabella Stewart Gardner
de Boston: la quinta versión de “Después del baño”. Claire aplica las técnicas
utilizadas por los más grandes falsificadores en la historia del arte, como
John Myatt y Han van Meegeren. Pero,
mientras trabaja en su Degas, comienza a sospechar que el cuadro que está
copiando es también una falsificación de la obra del pintor francés. Si bien el
libro es una novela de ficción, toma algunos elementos de hechos reales. El
museo existe2 y el robo que se menciona ocurrió realmente en 1990, fue un caso muy
sonado a nivel mundial y continúa sin ser resuelto hasta el día de hoy.3 Las
técnicas de falsificación que usa Claire también son reales y, sí, Degas pintó
varias versiones de “Después del baño”…pero nunca hubo una quinta versión y,
obviamente, esta nunca fue robada del Gardner (aunque otras obras de este
pintor sí lo fueron).
Pero… ¿qué tienen que ver las
falsificaciones de obras de arte con la Química? Pues, ¡mucho más de lo que se
imaginan! Tal vez la historia de Han van Meegeren (1889-1947) nos ayude a
entenderlo mejor. Este era un pintor holandés, que pintaba con un estilo muy
similar a los grandes maestros holandeses del siglo XVII, pero en una época
dominada por el cubismo y el surrealismo. Los críticos de arte de la época
opinaban que van Meegeren era bueno técnicamente pero que no tenía gran
talento, ya que se limitaba a imitar estilos de otros. El pintor decidió probarle al mundo que podía
pintar tan bien o mejor que los maestros holandeses y falsificó obras de
algunos de ellos, sobre todo de Vermeer (las obras de Vermeer que habían sobrevivido
eran escasas y muy cotizadas en el mercado del arte). ¡Sus falsificaciones fueron
aceptadas como auténticas aun por los expertos en Vermeer y se vendieron por
muchísimo dinero! Para conseguir engañar a los expertos, van Meegeren mezclaba
sus propios pigmentos y usaba formulaciones de pintura antiguas. Además, aplicaba
resina de fenol-formaldehido junto con sus pigmentos y horneaba la pintura ya
en el lienzo, lo cual lograba acelerar el secado de la pintura y crear el
efecto que solo se logra con el paso de los años. Finalmente, enrollaba el
lienzo ya pintado para que se formaran más craqueladuras y echaba tinta china
diluida al lienzo para que se acumulara en las craqueladuras y terminara de
darle a la pintura un aspecto envejecido, de antigüedad.
¿Cómo se descubrió que algunos de
los famosos cuadros de Vermeer eran falsificaciones hechas por van Meegeren? Bueno, el tuvo que confesarlo…para salvarse de
ir a prisión por vender un tesoro nacional, un “Vermeer”, a un líder del
partido nazi. Luego de esta confesión, se
formó una comisión integrada por curadores y científicos holandeses, belgas e
ingleses, liderada por el entonces director del laboratorio de los Museos Reales
de Bellas Artes de Bélgica, Paul Coremans. El equipo determinó que la pintura
tenía una resina sintética conocida recién desde 1900 (Vermeer murió en 1675) y
que la pintura estaba tan endurecida que no solo era imposible disolverla con alcohol
(clásica prueba para determinar si una pintura es antigua) sino que tampoco se
disolvía con bases o ácidos fuertes, lo cual indicaba que no se había secado de
manera natural. Sin embargo, el caso no
quedó cerrado hasta 1968, cuando Bernard Keisch, del Mellon Institute, presentó
evidencia radioquímica, obtenida con 210Pb, que confirmaba los resultados de
Coremans.
¿Se imaginan cuántas obras de
Vermeer despertaron dudas de autoría luego de esto? Una de sus obras, “Mujer
joven sentada ante el virginal” (Figura 1), fue catalogada como falsificación hasta
hace poco.6 En marzo de 2005, sin embargo, se publicaron algunos datos que parecen
respaldar la autenticidad del lienzo.7 Clark y colaboradores, del University
College London (Reino Unido) utilizaron microscopía de sección transversal y de
superficie, análisis por rayos X de energía dispersiva (EDX), ensayos químicos
y microscopía Raman y llegaron a la conclusión de que los pigmentos presentes
en la pintura coinciden con lo que se esperaría para un cuadro de la época de
Vermeer. Por ejemplo, se ve el uso de blanco de plomo (2PbCO3•Pb(OH)2), de lazurita
((Na,Ca)8[(S,Cl,SO4,OH)2|(Al6Si6O24)]) en los azules y no el azul de ultramar
(equivalente sintético descubierto en 1828) y también está presente el amarillo
de plomo y estaño de tipo I, el cual se dejó de utilizar a comienzos del siglo
XVIII.7 Si bien no se puede autentificar con absoluta certeza una obra, estos estudios,
junto con los análisis realizados por historiadores del arte, permitieron
establecer que es muy posible que “Mujer joven sentada ante el virginal” no sea
una falsificación después de todo. Si, por ejemplo, se hubiese encontrado
blanco de cinc (ZnO) en los blancos del lienzo (pigmento introducido en las
pinturas al óleo a partir del siglo XIX), podríamos estar seguros de que no se
trataba de una obra de Vermeer.
¿Ya van apareciendo ideas de qué
puede hacer un químico en el mundo del arte? Sin embargo, si piensan que la única
función de la química en esta área es detectar falsificaciones, se equivocan.
Saber qué pigmentos se encuentran en un lienzo nos ayuda también a entender el
desarrollo tecnológico que se logró en la época en la que fue pintado el cuadro
en cuestión. Por ejemplo, en los inicios de nuestra pintura colonial cusqueña,
se ve el uso casi exclusivo de pigmentos importados de Europa pero, luego, se
retorna a algunos tintes nativos que se utilizaban desde épocas remotas, como
la cochinilla y el índigo. Los pigmentos incluso nos pueden dar información
sobre el comercio de materiales que se dio en cierto período de nuestra
historia.
¿Y puede un estudio químico
contribuir a mostrarnos como era el cuadro de un artista cuando este recién lo
pintó? ¡Por supuesto que sí! Un claro ejemplo de ello es el estudio realizado por
Uffelman y colaboradores en dos pinturas de Paolo Veronese. Una de ellas, “La
Virgen y el Niño con Santa Isabel, San Juan niño y Santa Catalina” tiene un
cielo de color azul celeste, mientras que el cielo de su “Apolo y Dafne” es de
color gris. ¿Lo quiso plasmar así Veronese? Probablemente no. El estudio,
realizado mediante fluorescencia de rayos X (ver cuadro anexo “Analizadores
portátiles de fluorescencia de rayos X”), mostró que el cielo de “La Virgen y el
Niño” contiene un pigmento de cobre, probablemente azurita, mientras que el
cielo de “Apolo y Dafne” contiene cobalto (esmalte, vidrio de cobalto), que
también es de color azul. ¿Qué pasó con este último azul? Lo que ocurre es que
el esmalte se degrada con el tiempo. Conforme los iones potasio presentes en el
vidrio se van perdiendo y van siendo reemplazados por protones, la coordinación
del Co(II) pasa de tetraédrica a octaédrica y esto cambia radicalmente el espectro
de absorción del pigmento. Entonces, ahora podemos ver el cuadro de Veronese e
imaginarnos como se veía mientras el pintor daba sus últimas pinceladas en el.
Hemos leído ya sobre pintura y
solo hemos hablado de pigmentos y de alguno que otro tinte orgánico. ¿Eso es
todo? ¿No hay nada más en un lienzo? Piensen un momento en cómo se aplicaron
los pigmentos. ¡No se pueden colocar en polvo sobre la tela! Muchas veces vamos a un museo y leemos en los
pequeños letreros que acompañan a los cuadros: “oleo sobre lienzo”. ¡Aceite!
Probablemente aceite de linaza, aunque podría ser también de otra semilla. O
podríamos tener una pintura en base a huevo (témpera). Y una vez que la pintura
está terminada, se le puede dar una mano de barniz: un componente orgánico más
del cual ocuparnos. Para estos materiales orgánicos hay diversas opciones de
análisis que van desde ensayos cualitativos o cromatografía de capa fina
(TLC),11 como los que vemos los químicos en nuestros primeros cursos de Química
Analítica y Química Orgánica, hasta métodos más sofisticados, tanto
espectroscópicos (como Raman y espectroscopia infrarroja con transformada de
Fourier (FTIR))12 y técnicas acopladas (como cromatografía líquida de alta
resolución acoplada a espectrometría de masas (HPLC-MS) o cromatografía de
gases acoplada a espectrometría de masas (GC-MS)).
Probablemente han notado que todo
lo que han leído hasta el momento ha girado en torno a pintura. Seguramente, también
deben haber pensado ya que si pueden aplicar la química al estudio de un
lienzo, la cantidad de objetos de patrimonio cultural abiertos a un análisis
químico es prácticamente ilimitada: pinturas murales,14 cerámica,15 azulejos,16
herramientas de piedra,17 textiles,18 papel,19 objetos de metal,20 etc. No vamos
a entrar en detalles para cada una de estas categorías porque tendríamos que
dedicar un número entero de nuestra revista al tema (y aun así nos faltaría
espacio), pero quedan a su disposición algunas referencias para los que quieran
un poco más de información. ¡Cuántas piezas de diferentes momentos de nuestra
historia están ahí esperando ser estudiadas para ser entendidas y apreciadas de
la mejor manera posible!
Por último, ¿hay un fin más
práctico para este tipo de estudios? Resulta interesante saber más acerca de
las técnicas de un pintor o sobre el intercambio comercial entre distintas regiones
del Perú precolombino o sobre cómo han ido variando nuestras monedas de acuerdo
a la situación económica del país, pero…¿hay algo más práctico y de aplicación
inmediata en esta generación de conocimiento? Ciertamente lo hay: no podemos conservar
o restaurar una pieza de museo o una pieza arqueológica si no sabemos de qué
está hecha, cuáles son las características químicas de lo que usaremos para
intervenir la pieza y cuáles son las posibles reacciones entre el material que
queremos proteger y aquel que estamos utilizando para protegerlo.
Si intentamos rescatar una obra
sin esta información, podemos empeorar la situación de la misma.
Tenemos ejemplos de esto en casos
como los descritos por Giorgi y colaboradores. Los materiales poliméricos han sido grandes
aliados en la restauración de obras de arte. Se han usado tradicionalmente para
recubrir, proteger y consolidar piezas que presentaban algún tipo de deterioro.
Sin embargo, estos recubrimientos pueden generar modificaciones en las
propiedades fisicoquímicas del material intervenido.21 La Figura 4 muestra como
una porción de una pintura mural en Yucatán, México, prácticamente se ha
perdido como consecuencia de una intervención realizada con una resina. El
recubrimiento que se aplicó en la superficie impidió la “respiración” natural
de la pared. El movimiento normal de agua en ella se vio afectado y los
procesos de cristalización de sales desde el interior de la pared causaron
tensiones mecánicas que terminaron en la destrucción del yeso que se encontraba
debajo de la capa de pintura y finalmente, con la pérdida de la capa pictórica.
Así como hay tristes ejemplos de intervenciones
que destruyeron parcial o totalmente la obra original porque no se entendieron
bien las características físicas y químicas de los materiales con los que se estaba
trabajando, hay ejemplos claros de cómo la ciencia puede contribuir a la restauración
y conservación de una obra. Un proyecto muy interesante que mostró lo mejor de
un trabajo interdisciplinario fue la recuperación del mosaico exterior de la
Catedral de San Vito en Praga, República Checa. Este monumento data del siglo
XIV, tiene una superficie de 84 metros cuadrados y representa el Juicio Final en
forma de un tríptico. Antes de la intervención (1992-2008), estaba
completamente cubierto por una capa grisácea de óxido. ¿Por qué se había
deteriorado tanto el mosaico? Resulta que el vidrio del que está compuesto
tiene un muy alto contenido de potasio, lo cual lo hace muy inestable. Cuando
el mosaico se expone al agua del ambiente, el potasio migra hacia la
superficie, entra en contacto con los contaminantes atmosféricos y forma la
capa de corrosión. Un equipo conformado
por conservadores, científicos, historiadores del arte y arquitectos del
Instituto de Conservación Getty, la Universidad de California Los Ángeles (UCLA)
y la Oficina del Presidente de la República Checa unieron fuerzas para
determinar la causa del deterioro, eliminar la capa de óxido y aplicar una capa
protectora sobre cada pieza del mosaico. La capa protectora es, en realidad, un
sistema múltiple y el material de la misma es una adaptación de uno diseñado
para las industrias médicas y aeroespaciales, basado en tecnología sol-gel. El
material tiene buenas propiedades ópticas, buena adherencia a la superficie de
vidrio y estabilidad frente a la radiación ultravioleta y los cambios
climáticos. La duración del material debe ser de, aproximadamente, veinte años pero
también es reversible y puede retirarse si es necesario. La capa más externa
funciona a manera de “capa de sacrificio” y la idea es ir reemplazándola periódicamente,
como parte del programa de mantenimiento del mosaico. Un asunto complicado de resolver
en este proyecto fue la decisión de volver a colocar la capa de pan de oro
sobre el fondo del mosaico. Tanto la historia
Un asunto complicado de resolver
en este proyecto fue la decisión de volver a colocar la capa de pan de oro
sobre el fondo del mosaico. Tanto la historia como el análisis químico señalaban
la presencia de esta capa en el mosaico original, pero se había perdido como
resultado de la corrosión desde hacía ya muchos años. Al final, teniendo en cuenta
que el mosaico ha sido siempre un símbolo de la identidad checa y que el
mosaico original se conocía como “la Puerta Dorada”, se decidió volver a
aplicar el pan de oro.
Tal vez luego de leer este
artículo alguno de los lectoresse anime a aventurarse en el mundo del arte y la
arqueología…a través de la química. Ciertamente, vivimos en un país con un
patrimonio cultural muy grande y es mucho lo que nos queda por hacer para
conservarlo y ponerlo en valor.
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